Fuente: El Economista
Un grupo de 23 ministros de energía de la Unión Europea y un centenar de empresas del sector acaban de dar luz verde al llamado ‘Solar Charter’ con la intención de reducir la dependencia de China e impulsar el desarrollo de una cadena industrial en este sector en un momento en el que la fuerte caída de precios ha dejado fuera en la estacada a la veintena de proyectos que estaban preparándose en el Viejo continente. El acuerdo se produce en plena visita del canciller alemán, Olaf Scholtz, a China después de que la presión europea se haya incrementado por las ayudas que reciben las empresas chinas para reforzarse en el negocio de las renovables (eólica y solar) pero también de vehículos eléctricos.
La energía solar, en particular la fotovoltaica, es actualmente la fuente de energía renovable de más rápido crecimiento en la UE. El año pasado se instalaron 56 GW de energía solar fotovoltaica en la UE, dos tercios de ellos en tejados, lo que permitió a los consumidores protegerse de los elevados precios de la electricidad y reducir el uso del suelo.
Las instalaciones de 2022 y 2023 ahorraron el equivalente a 15.000 millones de metros cúbicos de importaciones de gas ruso en total, mitigando el riesgo de interrupción del suministro de gas a la Unión. Además, el sector proporciona unos 650.000 puestos de trabajo, el 90% de ellos en la parte de despliegue, y se prevé que aumente hasta cerca de 1.000.000 en 2030.
La consecución del objetivo de la UE de alcanzar al menos un 42,5% de energías renovables en 2030, con la ambición de llegar al 45%, requerirá una mayor aceleración del despliegue de las energías renovables, incluida la solar.
La mayor parte de la demanda de módulos solares en Europa se cubre con importaciones de un único proveedor, China, una concentración que crea riesgos a corto plazo para la resistencia de la cadena de valor y a largo plazo para la estabilidad de los precios de los paneles solares. El acceso a módulos solares asequibles procedentes de diversas fuentes, así como una cadena de valor solar europea resistente, sostenible y competitiva son, por tanto, necesarios para lograr una tasa de despliegue en línea con los objetivos mencionados, al tiempo que se mejora la seguridad del suministro y se mitiga el riesgo de interrupciones en la cadena de suministro.
Sin embargo, los fabricantes europeos de módulos solares se han enfrentado a un reto particular debido a la combinación de la dependencia de las importaciones y una fuerte caída de los precios de los paneles importados.
En 2023, el sector solar fotovoltaico en la UE y en todo el mundo vio cómo los precios de los paneles se desplomaban de unos 0,20 EUR/W a menos de 0,12 EUR/W. Esta situación insostenible está debilitando la viabilidad de la producción europea existente y pone en peligro las inversiones previstas para nuevas plantas de fabricación anunciadas en los dos últimos años. Como consecuencia, algunas empresas europeas han reducido sus operaciones, han anunciado que darían prioridad a la producción en otros mercados internacionales, en particular EE.UU., o incluso han anunciado su cierre.
La Alianza Europea de la Industria Solar Fotovoltaica (ESIA), creada en diciembre de 2022 para reforzar la cooperación dentro de la industria, se fijó el objetivo de 30 GW de capacidad de producción a lo largo de la cadena de valor, un objetivo que se considera alcanzable para 2030. La Ley de Industria Neto Cero (NZIA), sobre la que se alcanzó un acuerdo político en febrero, pretende garantizar que la capacidad estratégica global de fabricación de tecnologías neto cero de la Unión, incluida la solar fotovoltaica, se acerque o alcance al menos el 40% de las necesidades anuales de despliegue para 2030. El acto incluye medidas concretas, como la aceleración de la concesión de permisos o la facilitación del acceso al mercado mediante el uso de criterios distintos del precio en la contratación pública, las subastas de energías renovables y otros regímenes de apoyo.
Sin embargo, es necesario adoptar nuevas medidas urgentes a corto plazo para hacer frente a la crisis de la industria europea. Todas las partes interesadas -la Comisión, los Estados miembros y las empresas activas a lo largo de la cadena de valor de la energía solar fotovoltaica europea- deben garantizar que la transición y los objetivos industriales europeos vayan de la mano.
Con este fin, la Carta Solar Europea establece las medidas inmediatas que deben adoptar la Comisión, los Estados miembros y los representantes de la cadena de valor de la energía fotovoltaica, en particular las partes mayoristas, de distribución y de fabricación, que deben aplicarse garantizando el pleno cumplimiento de la legislación de la UE en materia de competencia y de las normas sobre ayudas estatales.
La Carta pide a las empresas -y, sobre todo, a los gobiernos de los Estados miembros de la UE- que se comprometan a: una serie de acciones voluntarias, como la inclusión de productos solares fotovoltaicos en las carteras de los actores relevantes del mercado y la incorporación de consideraciones de resiliencia en las estrategias de contratación de los operadores fotovoltaicos.
Mantener y, cuando sea posible, ampliar la capacidad de producción actual en Europa, en consonancia con la creciente demanda prevista de sus productos, sobre la base de los compromisos públicos y privados.
Una pronta aplicación de la Net Zero Industry Act pertinente y la promoción de formas innovadoras de despliegue de la energía solar, como la fotovoltaica agrícola, la fotovoltaica flotante, la fotovoltaica integrada en infraestructuras, la fotovoltaica integrada en vehículos o la fotovoltaica integrada en edificios.
La Carta Solar de la UE fue firmada en Bruselas, en el Palacio de Egmont, por 23 Estados miembros: Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Croacia, Chequia, Dinamarca, Eslovaquia, Eslovenia, España, Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Polonia, Portugal, Rumanía y Países Bajos.
Eduardo Irastorza, profesor de entorno global en OBS Business School, explicó que Europa tiene reservas para que China entre en el mercado por una sencilla razón: China controla plenamente la producción de vehículos eléctricos, es líder en producción eléctrica en el mundo y lógicamente les interesa controlar aquellas energías que son alternativas. Teniendo en cuenta que China se plantea estrategias a largo plazo, puede permitirse ir a pérdida durante mucho tiempo, más que el que se pueden permitir muchos países europeos y compañías privadas. Teniendo en cuenta el apoyo del estado a las energéticas chinas, este país podría hacerse con el mercado eólico europeo en muy poco tiempo. Es una estrategia competitiva a pérdida que le permitirá adquirir una posición de liderazgo hegemónica y deshacerse de su competencia. De ahí la amenaza la UE está detectando.
La voluntad de China es controlar de aquí a diez años todo el mercado de las energías renovables. Hay que tener en cuenta que China no dispone de petróleo y su apuesta es necesaria dado que Europa está dando pasos atrás en la transición energética. De hecho, marcas como Volkswagen ya han declarado su intención de no fabricar más coches eléctricos y apostar por los motores de combustible fósil.