Fuente: El Economista
El renacimiento de la energía nuclear es un hecho. El impacto de la bomba atómica y los desastres nucleares han puesto freno durante muchos años a la expansión de esta energía tan ‘eficiente’. Tras décadas de muy mala prensa, críticas despiadadas y planes para reducir el peso de la nuclear en el mix energético, la inversión para relanzar este tipo de fuente de energía está comenzando a despuntar con fuerza. Este cambio de postura de muchos países es el resultado del nuevo entorno geopolítico y de la realidad energética a la que se enfrenta el mundo. La guerra de Ucrania y el propio avance de las energías renovables (aunque parezca contradictorio esto último) han demostrado que la independencia energética y la transición hacia un modelo sostenible resulta imposible, hoy en día, sin una energía estable y parcialmente limpia como la nuclear.
Con este giro, el uranio se ha convertido en ‘oro’ por su importancia para alimentar este boom. Países como España cuentan con grandes reservas de uranio, sin embargo, no se usa ni un gramo del uranio patrio para alimentar los reactores nucleares del país. Algo similar sucede en varios países de Europa, que en lugar de usar sus propias reservas se ven forzados a importar uranio de Chad, Níger e incluso Rusia. Todo esto con un precio de la materia prima avanzando con fuerza quedándose en los 88,6 dólares la libra frente a los 19 que cotizaba en 2019 o los 48 de 2023. ¿Por qué España y Europa no usan sus vastas reservas de uranio?
España cuenta con las segundas reservas de uranio más importantes de la Unión Europea, de unas 28.500 toneladas, frente a las 125.000 de República Checa (sin tener en cuenta las reservas que Dinamarca tiene en el territorio de Groenlandia y que no explota), con capacidad para cubrir la demanda nacional y no depender de las importaciones procedentes de Rusia y “otros países cuya fiabilidad jurídica es cuestionable”, según reveló hace tiempo Berkeley Minera España, una empresa que tiene intereses en el territorio nacional. En cualquier caso, España sería indispensable para convertir a Europa en una potencia del uranio con 200.000 toneladas en sus entrañas (más de 300.000 sumando a Groenlandia). Aunque aún estaría muy lejos del músculo australiano (2 millones de toneladas) pero tendría la mitad que Rusia, uno de los grandes agentes del mercado.
De este modo, la empresa minera australiana considera que España podría ser “independiente energéticamente” de este material para el suministro de las centrales nucleares nacionales durante más de 10 años y, en 18 meses, suministrar el uranio suficiente para cubrir las importaciones. Esto resulta realmente interesante en un momento en el que el precio del uranio se ha disparado y cuesta más de 89 dólares la libra, cuando en el periodo 2020-2022 apenas superaba los 20 dólares la libra.
Sin embargo, tanto el gobierno de España como sus críticos defienden la no utilización de estos recursos debido, en primer lugar, a la contaminación que genera. En segunda instancia, creen que levantar un proyecto, por muchas reservas que tenga España no encaja con el modelo energético al que va el país basado en renovables y en el que no ven a la energía nuclear (y de hecho, quieren cerrar todos los reactores para 2035). Al mismo tiempo, los costes asociados a la minería plantean problemas que solo se resuelven en proyectos a largo plazo.
La independencia de Europa pasa por Salamanca
Con estos precios y en medio de las sanciones de Occidente a Rusia resultaría interesante realizar un análisis de la rentabilidad del uranio español, puesto que en las últimas décadas se ha considerado este como uno de los grandes problemas. El consenso de los expertos admitía hace años que aunque España tiene yacimientos de uranio, las reservas no son tan abundantes ni de tan alta calidad como las de otros países que lideran la producción mundial. La extracción de uranio de estos yacimientos puede no ser económicamente viable debido a los costes asociados con la minería y el procesamiento del mineral.
Pero a los precios actuales y con los problemas derivados de la guerra entre Rusia y Ucrania, la propia Berkeley afirmó a finales de 2023 que tiene el potencial para construir sus instalaciones en Retortillo, provincia de Salamanca, “en menos de 24 meses” y, en este corto periodo, la mina supliría “totalmente” la importación de uranio procedente de Rusia “e incluso de otros países con gran inseguridad jurídica”.
Berkeley lleva años inmerso en un conflicto por el Uranio de esta región y, de hecho, ha abierto un arbitraje internacional contra España. El país en 2022 acabó con este proyecto con una ley de cambio climático en el que vetaban la concesión de nuevos permisos tanto de explotación como de exploración. Según explicaba el mismo texto legislativo, “los proyectos relacionados con la minería de uranio dan lugar a unos materiales residuales que tienen la consideración de residuos radiactivos”. En ese sentido, “dada la larga vida de los mismos (…) debido a sus prejuicios y coste, no se otorgarán nuevos permisos de exploración, investigación o concesiones de explotación”.
En declaraciones a elEconomista.es, la empresa minera deja claro que buscarán negociar la reactivación de la mina y dicen que sería clave para cortar vínculos con Rusia y garantizar el suministro no solo de España, sino de Europa. “En 24 meses podríamos estar produciendo el 40% de lo que consumen las centrales nucleares españolas“. Además, la firma indica que “este proyecto permitiría explotar 25.000 toneladas de uranio, por lo que, si tenemos en cuenta que el consumo de toda España es de 1.250 toneladas al año, tendríamos asegurado el suministro para los próximos 20 años”.
Para Berkeley, estas cifras se traducen en que “solo con el proyecto de Salamanca se produciría un 15% del consumo de los reactores de la UE”. En ese sentido, la firma lamenta que “España no está apostando por aprovechar estos recursos, lo que es un error con graves consecuencias para ella misma y para Europa” pues “necesitamos uranio para abastecer nuestras centrales y garantizar el suministro, ya que actualmente hay una importante dependencia de terceros”. La empresa señala que esto es de especial interés en el “contexto geopolítico y económico actual, pues la energía nuclear ha ganado peso por su estabilidad y bajas emisiones, con grandes desarrollos en Europa en los últimos dos años”.
Respecto a la decisión de abandonar la minería de esta materia prima, Francisco del Pozo, coordinador de energía en Greenpeace, defiende en declaraciones a elEconomista.es la medida, alegando que la mina solo tendría sentido si España tuviera un proyecto nuclear. “Considerando el cierre nuclear hacia el que se dirige España, no tiene sentido que produzcamos uranio”. Del Pozo defiende que “de los siete reactores nucleares varios no están funcionando porque ya no sale a cuenta y, a medio plazo, el único objetivo que tendría seguir abriendo minas o mantener las que tenemos sería para exportar, algo que no vemos”. Además el gobierno se ha puesto en marcha el pasado mes de diciembre un plan para ir cerrando paulatinamente todas las centrales operativas entre los años 2027-2035.
“La energía nuclear es la energía del pasado, aunque el uranio en las prospecciones minerales no es altamente radiactivo, emite partículas nocivas y todo el proceso de este tipo de energía produce carbono, una huella muy relevante”, aseveran desde Greenpeace. En cualquier caso, el argumento fundamental es que la energía nuclear tendría poco encaje con la estrategia hacia las renovables que está siguiendo España. El motivo es que las renovables producen cada vez más energía y lo que necesitan son fuentes alternativas de respaldo que puedan activarse rápidamente cuando la producción eólica y solar baje. Sin embargo, la nuclear no encaja aquí, pues se trata de un suministro que “necesita tiempo y regularidad”.
“Las renovables y la nuclear no encajan bien, no tiene capacidad de alternancia y la renovable es más barata“, sentencia Del Pozo. Según los datos de la Agencia Internacional de la Energía el coste en EEUU de la energía solar fue de 1,7 dólares por kilovatio y de 1,32 dólares para la solar. En el caso de la nuclear este fue de entre 6,95 dólares y 7,5 dólares. Sin embargo, los expertos de Lazard matizan que en las comparativas de precios de la energía no se suele tener en cuenta que el coste de almacenamiento no está incluido y que este tipo de tecnologías aún no produce de forma tan masiva como para ser el gran protagonista del mix energético en todo momento. De hecho, los últimos datos de la Comisión Europea muestran que las renovables solo representaron el 17,2% de la producción, frente al 57% que supusieron el gas y el petróleo. La nuclear representó un 12,8%.
Rusia, el principal suministrador
La caída de producción de uranio no es algo exclusivo de España, aunque no se haya dado una prohibición como en el país ibérico, la realidad es que las minas del viejo continente cada vez ofrecen cifras más débiles. Desde que en 2015 se tocó un techo de 4.492 toneladas métricas, hasta quedarse en escasas 3.188 toneladas métricas. Incluso con la guerra de Ucrania, que provocó riesgos de que su principal suministrador, Rusia, ha optado por diversificar su suministro, aunque ha seguido comprando masivamente al gigante euroasiático.
Aunque Rusia solo posee el 5% del suministro mundial del uranio, sus empresas extienden sus redes por toda la cadena de suministro. De hecho, la Corporación Estatal de Energía Nuclear Rosatom controla el 40% de las de la capacidad de enriquecimiento. Desde 2022 Europa ha incrementado para alejarse de la dependencia rusa las compras a Kazajistán (26,8% del total) y Níger (25%). Canadá ha seguido siendo uno de sus principales bastiones, representando cerca del 22% de su abastecimiento. Rusia redujo su presencia hasta representar el 16,89%.