Fuente: El Economista
Esta semana está ocurriendo el fenómeno más temido por los operadores eléctricos en Europa: la ‘dunkelflaute’ o ‘calma oscura’. El viento ha dejado de soplar en el centro de Europa y Alemania y sus vecinos han tenido que echar mano del gas natural, en cantidades que no se veían desde hace dos años. La combinación ha disparado el precio de la electricidad a máximos del año: ha llegado a tocar más de 1.000 euros por megavatio/hora en Alemania y Dinamarca este miércoles, y los futuros avanzan cifras muy similares para este jueves. Mientras, España ‘resiste’, cual aldea gala, en los 160 euros de máximo.
La situación se ha debido a una combinación letal de factores. Por un lado, la llegada del pleno invierno y la reducción drástica de las horas de sol. Segundo, la parálisis de los aerogeneradores por falta de viento. Y tercero, el hecho de que varios de sus países vecinos, desde Suecia a Austria, estén en una situación similar y no puedan compensar la falta de producción germana.
Los números muestran el agujero brutal que ha provocado el clima: la producción diaria eólica en Alemania no superará los 10.000 MW/h hasta el sábado, cuando se disparará hasta alcanzar los 50.000 MW/h a finales de la próxima semana. Pero hoy solo ha llegado a 3.600 MW/h, una cantidad minúscula que no cubre en absoluto las necesidades del país. La única respuesta posible es quemar gas en centrales de ciclo combinado, hasta máximos de dos años, además de poner en marcha centrales de carbón. Pero el coste de la materia prima ha disparado el precio de la electricidad resultante.
Las únicas excepciones europeas tienen una firma clara. Las costas escandinavas, donde el viento sí está soplando con fuerza, están por debajo de los 100€ por MW/h. El norte de Suecia, con menos población y más estepas, llega a registrar precios de 7€. Francia, que produce la mayor parte de su energía en centrales nucleares, contiene los precios hasta los 275 euros. Y España y Portugal, la ‘isla ibérica’, se quedan en 146€, con un 44% de la producción dependiente del gas.
El susto europeo se corregirá en pocos días, pero estos picos siguen demostrando la vulnerabilidad del continente, especialmente después de que Alemania cerrara sus centrales nucleares y se atara al gas y al carbón para compensar los días de poco viento. Una necesidad que irá creciendo aún más según los hogares vayan cambiando la calefacción de gas por otra eléctrica, uno de los motivos por los que la demanda de electricidad en Francia está en niveles máximos del año.