Fuente: El Economista
España tiene una visión clara: quiere convertirse en el gran ‘hub’ de Europa en lo referente a gas. En ese sentido, el país ibérico ha realizado una potente inversión para tener la mayor infraestructura de regasificación de Gas Natural Licuado (GNL) de todo el continente. Aunque esta idea ha eclosionado ahora, forma parte de un plan estratégico de décadas que ha permitido que, con sus siete plantas, España sea la mayor potencia en este sentido de la UE, con el 30% de toda la capacidad de los Veintisiete y más que el doble de la que tiene Francia. Sin embargo, ya hay quien advierte de que esta ambición puede acabar mal para los intereses y la economía del país.
Desde el Instituto de Economía y Análisis Financiero de la Energía (IEEFA, por su siglas en inglés) comentan en su último informe que el país ha invertido más de lo debido y que una red demasiado amplia puede convertirse en un lastre. “La desproporcionada infraestructura de España pronto se convertirá en una amenaza estratégica, ya que la demanda de GNL podría alcanzar su punto álgido en 2025″. Incluso cuando España está logrando récords históricos de exportación, dada la necesidad del continente de ‘independizarse’ de los gasoductos rusos mediante el GNL (principalmente de EEUU), las plantas “apenas han tenido una utilización del 35% de su capacidad este año”. En ese sentido, cuando la demanda sea menor tanto en Europa como en España, los expertos señalan que la infrautilización irá creciendo.
En total, la tasa de utilización promedio de terminales GNL de Europa estuvo en el 58% entre enero y septiembre de 2023. En ese sentido, y dados los proyectos actuales, los expertos de IEEFA dan por hecho que la capacidad de importación llegará a los 406.000 millones de metros cúbicos. Es decir, que “la capacidad de Europa sería tres veces superior a su demanda prevista” para finales de la década. Especialmente teniendo en cuenta que hay cuatro nuevas plantas en marcha, que se suman a las 8 nuevas en funcionamiento desde 2022.
Ana María Jaller-Makarewicz, investigadora de la institución, explica en declaraciones a elEconomista.es que, ante un entorno de menor demanda, queda claro que tal cantidad de plantas habría sido una apuesta excesiva. “Con toda probabilidad esta infraestructura será innecesaria en el futuro debido a la transición energética y porque vemos una demanda menor en los próximos años”. En ese sentido, con los niveles actuales de utilización, “hay un claro riesgo de activos subutilizados y, en consecuencia, una situación de debilidad competitiva respecto a los países de su entorno”.
España ha apostado por tener una gran capacidad con el GNL para garantizar su suministro ante situaciones límite. Andrés Cadenas, director de Transporte y Distribución de Electricidad y Gas en Accenture en España y Portugal, explica que “El país es una isla energética al encontrarse muy débilmente interconectada con el resto de Europa a través de gasoductos”. En ese sentido, estas plantas “garantizan la seguridad y el suministro, especialmente ante crisis geopolíticas”. A pesar de todo, Cadenas reconoce que “hay un claro reto de maximizar su utilización, dados los niveles actuales”.
Sin embargo, el experto explica que también “se puede reconvertir estas plantas para dedicarlas al almacenamiento de gases renovables como el biometano e incluso podrían tener un papel clave en la descarbonización“. En cualquier caso, tener plantas activas supondría un gran ‘salvavidas’, “mientras se dota de más robustez al sistema con interconexiones que requiere elevados periodos de inversión y maduración, como el futuro H2Med”.
Jaller-Makarewicz explicaba por su parte que, al margen de los ingresos exportadores, hay un problema respecto a los incentivos que tiene el operador del sistema de transmisión de gas, Enagás. En ese sentido, la experta alega que “las ganancias no son impulsadas por la demanda o la eficiencia de las empresas, sino por un sistema regulatorio que garantiza a Enagás una tasa fija de retorno de sus inversiones en infraestructura de gas, independientemente de si el país realmente las necesita”. Debido a esta tendencia, desde IEEFA declaran que “a lo largo de los años, se ha utilizado la ‘seguridad y la diversidad de suministro’ como excusa para construir o expandir terminales de regasificación de gas natural licuado (GNL), gasoductos de gas natural e instalaciones de almacenamiento de gas”. Sin embargo, “estas inversiones han dado lugar a tasas de utilización muy bajas de los activos de gas, así como a facturas más altas”.
Y recientemente se ha incrementado aún más esta infraestructura. La planta de El Musel fue reabierta el pasado verano para reforzar el músculo español ante el desafío de abastecer al continente tras la guerra de Ucrania. Esta planta sirve para la carga y almacenamiento, pero no suministra directamente a la red española. Enagás es el responsable directo de cuatro de las terminales de GNL del país, concretamente las de Barcelona, Cartagena, Huelva y Gijón. Además, también participa con un 50% del accionariado de la planta Bahía Bizkaia, en Bilbao y un 72,5% de la planta Saggas de Sagunto, Valencia.
Unas exportaciones récord
En diciembre España estaba logrando unas exportaciones récord de 22,1 TWh, disparando el suministro a través del gasoducto de Irún y Larrau un 6,1%. Este canal es el principal método que tiene España para abastecer al resto del continente con el gas regasificado que llega a sus plantas. La propia Enagás celebraba en ese sentido que “las plantas de regasificación, abastecidas por 17 orígenes distintos, establecen a España como una puerta de entrada estratégica clave para el GNL de toda Europa”. Según las cifras suministradas por la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (Cores) se ha registrado el récord exportador al disparar todos los envíos de gas al exterior (en todas sus formas) un 10,54% en 2023 respecto al año anterior y un 476% más respecto a 2019. Sin embargo, este último año se anotó un desplome en este apartado y, por ejemplo, si se comparan las ventas al exterior respecto a 2018, este avance queda limitado al 107%.
Mientras esto ocurre, tanto las importaciones como el consumo de gas han caído. En el caso de lo primero, este ha retrocedido un 11,1% en un solo año hasta los 396.700 GWh. Por su parte, el consumo ha decrecido una cifra casi idéntica, un 11,03% en un solo año, hasta los 323.752 GWh. Esta tendencia se debe a que los hogares y empresas españolas cada vez necesitan menos gas y, a pesar de que no producen y compran al exterior para abastecerse, el país utiliza su infraestructura para generar ingresos extra a través de reexportaciones al extranjero.
Récord exportador de España
Comercio exterior de gas natural en España, en GWh
Es decir, dedica un 20% de todo lo que compra a vender al exterior, una actividad para la que sus plantas de regasificación solo utilizan el 30% de su capacidad. Sin embargo, estas cifras récord dependen en gran medida de Europa, que representó este año 56.714 gigavatios, es decir, un 75% del total. El único gran cliente fuera del viejo continente es Marruecos, que es responsable del 13% de las compras del gas español. Sin embargo, la tendencia del viejo continente respecto al gas va a tender a la baja, haciendo que cada vez estas plantas queden más ‘infrautilizadas’, una tendencia que ya se está notando.
Según datos del Consejo Europeo, la UE importó cerca de 120.000 millones de metros cúbicos de gas licuado para abastecerse. El 50% de estas llegadas vinieron de Estados Unidos, que se ha convertido en el gran suministrador energético del continente. Sin embargo, a pesar de que se trate de cifras muy elevadas, supone un paso atrás respecto a 2022, cuando Europa compró cerca de 130.000 millones de metros cúbicos.
Pero a pesar de que históricamente los contratos de GNL son a largo plazo, lo que daría estabilidad a este ‘pico’, la mayoría de contratos han sido a corto plazo y al contado. El motivo es que se trataba de una necesidad puntual ante el cambio de paradigma que supuso la desconexión del gas ruso. En ese sentido, Nina Howell, analista de King & Spalding, defiende que “ha habido una clara tendencia a compras a corto plazo que han expuesto a Europa a fluctuaciones”. Por su parte, “hay dudas respecto a si los compradores europeos de gas se comprometerán a largo plazo”, pues “a pesar de que se espera que Europa necesite grandes volúmenes de gas para 2023, sigue comprometida con los objetivos climáticos”.
De cara a los próximos años, los expertos tienen claro que la demanda de gas habría tocado techo. De hecho, WoodMackenzie especifica en su último informe que esperan un desplome del 20% a mediados de 2024. Por su parte, apuestan por una caída sostenida desde los 399 BCM (millardo de metros cúbicos) de 2023 hasta los 390 BCM en 2024 y los 386 BCM en 2025. En definitiva, muy lejos de los 475 BCM que se llegaron a alcanzar en 2021, y con una conclusión clara: cada vez los europeos necesitarán menos gas. En cualquier caso, preven “un mayor suministro GNL que haga caer los precios”.
Además, en buena medida, este pico de exportaciones por parte de España también ha venido ‘ayudado’ por compras récord de GNL ruso. De hecho el país ibérico se ha convertido en la puerta de entrada para Europa al disparar sus compras hasta los 6,2 BCM, siendo la mayor cifra de todo el continente (Francia importó 3,19 BCM) y ha supuesto doblar los 2,37 BCM que el país importaba en 2022. Es decir, en un solo año no solo se han incrementado las compras de GNL con descuento un 74%, sino que se ha convertido en el segundo mayor suministrado del país solo por detrás de EEUU (6,9 BCM).
Desde Mckinsey tienen claro que habrá una caída incluso más sostenida de la demanda: “Ha venido cayendo desde la crisis energética de 2021 y esperamos que siga este camino”. De hecho, según su reciente encuesta a empresas industriales sobre el consumo, el 75% de las consultadas cree que reducirán su demanda a dos años vista. “Esperan que se de esta tendencia debido a una mayor eficiencia energética y un cambio de combustible hacia la electrificación”.
En ambos casos se espera que el consumo de GNL siga en aumento en 2025, independientemente de que se necesite menos gas. El motivo es para asegurar un mejor suministro de gas a unos precios más competitivos. El problema es que este sería, según IEEFA, el pico de la demanda de GNL e incluso en ese momento álgido, las plantas ya estarían siendo utilizadas muy por debajo de su potencial. “En la segunda mitad de la década el consumo de GNL va a disminuir de manera constante de la mano de la demanda”. Además, “Europa diversificará más su suministro eléctrico”.