Fuente: El Economista
Mientras la economía española está rindiendo bien, en el norte de Europa la industria está sufriendo, sacudida por unos mayores precios de la energía. Los costes energéticos se han convertido en un dolor de cabeza permanente para el sector secundario y una de las claves para entender quién podrá tener un mejor desempeño en el futuro. Es por ello que los países se han lanzado a ambiciosos planes energéticos para garantizar este frente. Sin embargo, desde Mckinsey han puesto el foco en que España (y Portugal) tiene el potencial para convertirse en los grandes ganador de la nueva era energética. Una serie de ventajas estructurales están dejando a la nación ibérica ante la posibilidad de una potente “reindustrialización” que dispare su PIB y genere una oleada de empleo. Sin embargo, desde la consultora advierten de que el país se encuentra “retrasado” en factores clave para aprovechar esta oportunidad”.
Estos factores son múltiples y entre ellos están la regulación, las trabas burocráticas o la fiscalidad, indicó David González, socio senior de McKinsey. “En el despliegue de las ayudas europeas estamos retrasados frente a otros países como Italia. También en asuntos administrativos y regulativos. Hay que actuar para que sean palancas que nos ayuden a llevarlo a cabo”, indicó González. En este punto, el Gobierno anunció que trabajará por hacer permanentes los impuestos sobre los ingresos a la banca y las energéticas. Las grandes empresas del sector, como Repsol o Cepsa, han amenazado con frenar sus inversiones en el país si estos impuestos siguen de la misma forma que hasta ahora en el ordenamiento jurídico español.
“La competitividad en España en términos de costes energéticos ha aumentado recientemente (por el gas y las renovables” comenta María Joao Ribeirinho, socia senior de Mckinsey. Sin embargo, la experta señala “es necesario no añadir costes externos ni sobrecargas impositivas al coste del precio de la energía”. González, por su parte, indicó que la fiscalidad ayudará o perjudicará a la consecución de la velocidad de crucero necesarias para alcanzar los objetivos a 2030 de rentabilidad de inversiones o los precios a los que se vende la energía, sin comentar específicamente el impacto que puede tener la un impuesto extraordinario convertido en permanente.
Así lo ha mostrado la consultora en la presentación de su nuevo Índice de Transición Energética e Industrialización. Un indicador que pondrá en marcha la firma y que se actualizará anualmente debido a que la economía ibérica se enfrenta a una “ventana de oportunidad” histórica que puede permitir convertir una industria en retroceso en la punta de lanza de Europa. El problema es que, aunque España tendría uno de los mayores potenciales para un despertar fabril en los próximos años, “enfrenta importantes obstáculos en su proceso de reindustrialización”. Si no lograse estos objetivos podría dejar pasar la oportunidad de una auténtica revolución en su PIB e ingresos.
Un PIB disparado por la energía
El motivo principal por el que España tendría un potencial inusitado para una reindustrialización viene derivado de los precios de la energía. Dadas las condiciones climáticas de España, con una mayor exposición a viento, sol y otras energías verdes, la consultora calcula que los costes para las fábricas en el país ibérico serían entre un 20% y 30% más baratos que en el resto del continente. Esta ventaja competitiva debería derivar, bien empleada, en un aluvión de inversiones que genere un tejido productivo muy importante con el que reindustrializar el país, permitiendo así una gran remontada tras años de destrucción en el sector secundario (desde los años noventa España ha perdido casi un tercio de su industria).
El impacto de las renovables se trasladaría en un incremento del 20% del PIB nacional, aderezado con más de 1 millón de nuevos empleos, de los cuales 200.000 responderían a cargos cualificados. Para el estado implicaría un incremento de los ingresos en los presupuestos de entre el 8% y 9%. Por su parte, España viviría un despertar exportador, con cerca de un 10% de ventas al exterior.
En ese sentido, la consultora defiende que España está recorriendo un buen camino al lograr integrar en 2023 un 22% de su mix con energías verdes. Sin embargo, temen que los esfuerzos puedan no ser suficiente como para plasmar su ventaja natural en una verdadera industrialización y mejora de la competitividad de las empresas locales. El motivo, al margen del regulatorio y tributario, también tiene mucho que ver con lo tecnológico y de abastecimiento.
Por un lado, España no está logrando reducir su dependencia energética, que se encuentra en el 70%, siete puntos por detrás de la UE y muy lejos aún del 50% que ha marcado como objetivo la UE. Por otro lado, no se está avanzando lo suficiente en el desarrollo e implantación de tecnologías como los coches eléctricos, moléculas renovables, hidrógeno verde, biocombustibles, biogás y biometano. Respecto a lo primero, González destaca que es especialmente claro, pues “mientras algunos países de la UE ya cuentan con un 50% de matriculación de coche eléctricos, en España apenas llega al 12%”. Todo esto en un contexto en el que hay que llegar a los 5,5 millones de estos modelos para 2030.
“España está en buen camino en el frente de la transición energética, pero está rezagada en el de industrialización, según nuestro análisis de los ocho y seis indicadores que, respectivamente, miden el progreso”, añadió el experto. Esta es la principal conclusión a la que llega el índice (que será anual) de Mckinsey, que refleja 25 indicadores cuantitativos para analizar si España está aprovechando bien sus recursos para aprovechar la “venta de oportunidad” que se le ha abierto con esta diferencia de precios.
Mientras que España sí que sigue una buena línea en transición energética, liderando 1 de los indicadores y ‘on track’ en 3 de ellos, la realidad es que respecto a la industrialización sí que se ha quedado muy rezagado respecto a sus pares respecto a los objetivos a 2030. Según la consultora apenas cumple dos indicadores mientras que en 4 de ellos se encuentra rezagado. Uno s de los factores más preocupantes es el valor añadido de la industria, que apenas está en el 11,9%, cinco puntos por debajo de la UE. La inversión también se encuentra estancada en el 1,4% del PIB pues “apenas hemos logrado avances en la última década”. “A pesar de la sólida inversión industrial y las exportaciones, el gasto en I+D se ha mantenido estable en la última década, lo que podría comprometer el futuro de la industria en España”.