Fuente: Editorial Expansión
Una de las enseñanzas que deberían extraerse del histórico apagón que dejó a toda la península ibérica sin luz durante casi todo el lunes pasado es que la energía nuclear debe seguir formando parte del mix energético nacional. Las particularidades del mercado eléctrico ibérico y la escasa capacidad de las interconexiones con el resto de Europa hacen imprescindible la contribución crítica de esta energía con una probada capacidad estabilizadora.
Pero, además de la garantía del suministro para tratar de evitar que en el futuro se repita un colapso masivo del sistema, hay otros argumentos que avalan la prolongación de la vida útil de las centrales nucleares aún operativas en España. El más evidente pasa por la continuidad del empleo directo e indirecto vinculado con estas instalaciones, que los expertos estiman en 28.500 puestos de trabajo. Adicionalmente aparecen los elevadísimos costes resultantes del complicado proceso de cierre y apagado de las centrales nucleares.
Postergar este proceso ya programado y que viviría su primer hito con el cese de la actividad de la planta de Almaraz a partir de 2027 implicaría importantes ahorros para las compañías propietarias y el conjunto de la economía española. Por el contrario, ignorar las evidentes necesidades del sistema energético y las decisiones estratégicas adoptadas por la mayoría de los países de nuestro entorno al volver a apostar por el suministro de generación atómica en un contexto de búsqueda de una mayor autonomía energética, tendría un elevado coste para nuestro país y una pérdida de recaudación fiscal.
Algunas estimaciones apuntan a que se produciría una subida del precio de la luz del 36% tomando como referencia el consumo y la producción registrados el año pasado, ya que el funcionamiento de las centrales nucleares permitió al conjunto de los consumidores un ahorro de 8.000 millones de euros. De ahí que las encuestas más recientes reflejen un aumento de la oposición al cierre previsto en los próximos años de las plantas operativas. Pero el dogmatismo que está demostrando el Gobierno de Pedro Sánchez en contra de la energía nuclear no permite albergar demasiadas esperanzas de que vaya a replantearse su arriesgada apuesta de fiar a las energías renovables la parte mollar del suministro eléctrico, lo que agravará la vulnerabilidad de la red a episodios incontrolables respecto a los que habían venido alertando expertos y empresas eléctricas.