Fuente: El Economista
El gran peligro para la economía mundial en los últimos años ha sido la aparición de las presiones inflacionistas, una tendencia que ha obligado a los bancos centrales y a los gobiernos de las principales economías del planeta a tomar medidas para mitigarlo. El precio de la energía fue el primer catalizador que generó los repuntes de la inflación, con el gas como principal protagonista. El encarecimiento de la materia prima fue la gran preocupación en Europa durante el verano de 2021 y los meses posteriores, pero en 2023 ha vuelto la tranquilidad a los mercados del gas, y los peores temores, que apuntaban a un nuevo invierno duro por el encarecimiento del recurso energético, están desapareciendo. Es más, ya se están pagando más caros los futuros sobre el gas del verano de 2024 que los del mes de enero.
Esta semana, el precio del gas ha caído hasta los niveles más bajos que se han visto desde septiembre. En concreto, la cotización en Europa ha perdido los 35 dólares, llegando a los 34,7 euros por MW/h esta semana, lo que supone una caída en el año de más del 54%, la materia prima que más se abarata en la lista de 34 que recoge Bloomberg. De cara a los próximos meses los mercados están comprando que el gas no va a dar grandes sustos a los hogares: los futuros para el mes de enero cotizan más baratos que los de junio, que se mantienen en el entorno de los 34,75 euros.
Esto demuestra que los inversores consideran en este momento que es más probable que las tensiones lleguen a los precios del gas en el verano, un momento en el que la materia prima también experimenta repuntes estacionales de la demanda para combatir el aumento de las temperaturas.
Las últimas dos semanas habían generado preocupación entre algunos expertos, por la posibilidad de que la ola de frío que ha azotado Europa, especialmente el norte del Viejo Continente, generase un incremento de la demanda de gas que hundiese los inventarios y disparase los precios de la materia prima. Una vez el frío ha pasado, y las perspectivas meteorológicas apuntan a temperaturas más suaves en los próximos meses, los mercados han asumido que este invierno probablemente será tranquilo, como lo fue el anterior.
Aunque el problema del gas persiste, ya que los inventarios al 100% en Europa no abastecerían al Continente durante mucho más de un mes, y el suministro de gas continúa siendo algo problemático por la falta de inversión en nueva producción que ha habido en los últimos años, esto último parece estar mejorando, y tener los almacenes casi al tope de su capacidad está contribuyendo a que se mantenga la tranquilidad en los mercados. “El mercado mundial del gas sugiere mayores caídas de los precios a largo plazo, a medida que mejora la disponibilidad de la oferta”, explica Norbert Rücker, economista jefe de Julius Baer. “A corto plazo, las perspectivas de temperaturas son más suaves, con una oferta que está siendo excepcionalmente sólida”, continúa, y destaca cómo “los niveles de los inventarios deberían mantenerse por encima de la media, lo que calmará cualquier preocupación en torno a la escasez de oferta”, señala.
Un aliado para la economía, y para el BCE
El encarecimiento del precio de la energía ha sido el centro de la última crisis económica en Europa, con los costes energéticos forzando a las empresas a incrementar sus precios, lo que amenaza con crear una espiral inflacionista muy complicada de solucionar en el medio plazo si se convierte en un fenómeno crónico. Por eso es tan importante que el gas haya caído hasta los niveles actuales.
El descenso de los precios de la energía, y su estabilidad en niveles más bajos que los que se vivieron el año pasado, es uno de los factores que necesitaban ver los bancos centrales para poder asegurarse de que la inflación está encaminada hacia su objetivo del 2%. Si la tendencia continúa como hasta ahora, con la inflación cayendo hasta el 2,4% en la lectura de noviembre de la zona euro, permitirá que el BCE recorte los tipos de interés, y suavice el incremento en los costes de financiación para las empresas que reduciría sus márgenes y beneficios empresariales.
La UE quiere parar las importaciones de gas ruso
Que el gas se mantenga barato en los próximos meses no sólo es clave para el buen desempeño de la economía europea. En el frente geopolítico, el precio del gas también juega un papel fundamental para la Unión Europea. El apoyo a Ucrania en la guerra contra Rusia se ha visto empañado durante los dos últimos años por la dependencia europea de las importaciones de gas ruso, algo que choca frontalmente con la estrategia de proteger a Ucrania contra su vecino del este.
Rusia depende enormemente de los ingresos que recibe por las exportaciones de recursos energéticos para poder financiar su invasión, y unos precios bajos, tanto del gas como del petróleo, perjudican al país que dirige Vladimir Putin.
Esta misma semana, la Unión Europea ha llegado a un acuerdo para empezar a elaborar una regulación que prohíba las compras de gas natural licuado desde Rusia, una norma con la que se intentará evitar que la Unión financie a Rusia al mismo tiempo que condena la invasión a Ucrania. “El reglamento contendrá disposiciones que permitirán a los estados miembros restringir el suministro de gas natural, incluido el licuado, desde Rusia o Bielorrusia, con el objetivo de proteger los intereses de seguridad de los estados miembros, teniendo en cuenta la seguridad del suministro y la diversificación”, ha señalado este lunes el Consejo de la Unión Europea.
Esta nueva norma europea que podrían implantarse en los próximos meses, complicará aún más la guerra para Rusia, pero, sin duda, contar con el gas barato como aliado será clave para intentar evitar que el país soviético cumpla con sus objetivos en la guerra.