Fuente: Expansión
Su limpieza y eficiencia hacen que sea el aliado perfecto de las renovables en la transición hacia un nuevo modelo energético. Sin embargo, precisa todavía de un mayor despliegue tecnológico e industrial que permita abaratar sus elevados costes de producción.
Un sustituto de cero emisiones para el gas natural en los ámbitos doméstico e industrial y para los derivados del petróleo en la automoción. El gran aliado de las renovables gracias a su capacidad de almacenamiento. Un generador de riqueza y empleo que por fin desbloqueará la transición hacia una economía más sostenible. Todas estas bondades sobre el hidrógeno verde son 100% ciertas, pero habrá que tener paciencia hasta que se convierta en el vector energético clave de la descarbonización.
Hay que tener en cuenta que la tecnología que se emplea para generar hidrógeno verde está todavía en unas fases de desarrollo muy incipientes y, por tanto, abaratar los costes de producción es todavía complicado, lo que repercute también en el precio final que pagan los consumidores. Algunos expertos esperan que este abaratamiento se produzca durante la actual década. Sin embargo, otros que también conocen bien el nivel de despliegue del hidrógeno renovable opinan que el proceso será algo más largo de lo previsto.
“Entre 2030 y 2035 se comenzará realmente a reducir el precio del hidrógeno verde“, afirma José Ignacio Zudaire, presidente del Corredor Vasco del Hidrógeno (BH2C) y directivo de Petronor, filial del Grupo Repsol. Ese abaratamiento llegará, en su opinión, tras el siguiente proceso: “Además de la reducción de costes en todas las etapas de producción, el precio de la tonelada de emisiones de dióxido de carbono es cada vez mayor. Por tanto, el uso de hidrógeno gris o de derivados del petróleo será cada vez menos rentable y el precio del hidrógeno verde se acercará al de estos combustibles”.
Según Zudaire, “el hidrógeno verde triplica el precio del gris, que ahora mismo se sitúa entre 2,5 y tres euros por kilo“. Una diferencia abismal cuya reducción sólo se puede acelerar con la siguiente fórmula: “Una política de ayudas públicas que aporten el empuje y la confianza necesaria, permitiendo un desarrollo tecnológico e industrial alrededor de esta nueva economía del hidrógeno para que genere retorno y valor añadido”.
El Gobierno español es consciente de la importancia que puede tener el apoyo administrativo para acelerar este proceso y está realizando una fuerte apuesta por este vector. De hecho, desde la publicación de la Hoja de Ruta del Hidrógeno (dentro del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de 2020), esta apuesta ha ido subiendo. “El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha comunicado a la UE, a través del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (Pniec), la intención de ampliar el presupuesto del hidrógeno en 1.500 millones. La UE ha aceptado, pasando el presupuesto de 1.555 a 3.055 millones para invertir durante los próximos cuatro años”, indica Javier Brey, presidente de la Asociación Española de Hidrógeno (AEH2).
Proyectos pioneros
Con el objetivo de desatascar la producción de hidrógeno renovable, el Gobierno ha repartido esta potente inversión en varias líneas de ayudas conocidas como H2 Pioneros. La primera convocatoria otorgó 150 millones a 19 proyectos con viabilidad comercial de generación y consumo local de hidrógeno en la industria, el transporte pesado y otros sectores de difícil descarbonización. La segunda, cuyo plazo se cerró el 31 de julio, espera repartir la misma cantidad. Entre los criterios de adjudicación se ponderará la participación de pymes, la reducción de emisiones, la economía circular, la creación de empleo y la igualdad de género.
A estos dos paquetes de ayudas hay que sumarle otros cuatro enmarcados en la iniciativa H2 Cadena de Valor, dotados con 250 millones. Estas subvenciones están pensadas para financiar proyectos destinados a impulsar el conocimiento técnico y la capacidad productiva mediante el desarrollo de avances tecnológicos.
Con todo esto, apunta Brey, “se espera que en España se generen 85.000 nuevos empleos alrededor de toda la cadena de valor del hidrógeno hasta 2030“. De hecho, como recuerda, hay pocos países con unas condiciones similares para explotar las ventajas del hidrógeno verde. Principalmente, por tres motivos: “España tiene un gran potencial renovable que permitirá incluso exportar, centros de investigación que publican el 3,8% de los artículos divulgativos sobre hidrógeno del mundo y una industria con un importante peso en el PIB”.
Para aprovechar este potencial y el paquete de ayudas disponible es indispensable un buen entendimiento entre la Administración y el tejido empresarial. Y según los datos que manejan en la AEH2, parece que todo va por buen camino. Esta entidad, que representa al sector del hidrógeno a nivel nacional, ha realizado recientemente un censo entre sus asociados, entre los que hay empresas, centros de investigación y algunas de las instituciones más activas en el impulso de esta tecnología. En total, ha contabilizado 123 proyectos, 35 de ellos integrados, con producción y uso, así como 10 valles de hidrógeno. “Los proyectos planteados para 2030 ascienden ya al potencial de 11 gigavatios (GW), y se espera que se movilicen inversiones de 21.000 millones de euros en colaboraciones público-privadas, superando las predicciones de la Hoja de Ruta del Hidrógeno y el Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (Perte)”.
Estos proyectos integrados son claves para que el hidrógeno sea tan competitivo como se espera en 2030. Se trata de iniciativas que, además de producir a gran escala, implican a toda la cadena de valor del hidrógeno, desde la investigación previa al consumo final, pasando por la fabricación y el almacenamiento. El caso más representativo en España es el del BH2C, con una inversión aproximada de 1.100 millones, de los que Repsol-Petronor asumirá un 60%.
Un combustible eficiente
De todas las aplicaciones posibles del hidrógeno, siempre se ha esperado que el primer gran impulso lo diese la automoción. Los vehículos propulsados por hidrógeno son ya una realidad y a nivel de fabricación no suponen una gran dificultad. Además, el hidrógeno como combustible puede ser tan eficiente como los derivados del petróleo. Según Brey, “con un metro cúbico de agua se produce el hidrógeno suficiente como para que un vehículo tenga combustible para un año“. Y no sólo eso, ya que, además, “un kilo de hidrógeno puede desplazar un turismo básico a lo largo de 120 kilómetros“.
Sin embargo, éste ha sido uno de esos casos en los que, tal como añade Brey, se ha generado “un círculo vicioso” alrededor de esta tecnología. “Se esperaba que hubiese 150 estaciones de servicio en el año 2030 y, sin embargo, el censo de proyectos de AEH2 sólo recoge por el momento 34. Nadie va a instalar puntos de repostaje si no hay coches de hidrógeno y viceversa”.
Es precisamente ahí donde entran de nuevo en juego los proyectos integrados, que desde su concepción tienen en cuenta las aplicaciones de uso relacionadas con la movilidad y la automoción. Por ejemplo, el BH2C ha llegado a un acuerdo con el fabricante vasco Irizar para desarrollar un prototipo de autobús de largo recorrido cuya autonomía ascenderá a los 1.000 kilómetros con una sola carga.
Miguel Ángel Fernández, gerente del Centro Nacional de Hidrógeno (CNH2), cree que la solución para desbloquear el círculo vicioso del que habla Brey está, también, en abaratar los costes de producción para que eso repercuta en el bolsillo del ciudadano. “El objetivo es conseguir unos niveles de precio para el usuario inferiores a los de la gasolina y el diésel, y que el coste del kilómetro sea similar al del eléctrico, de entre 1,5 y dos euros a los 100 kilómetros”.