Fuente: El Economista
El gas europeo, que llevaba subiendo desde noviembre con claridad, se está destensando y quedando atrapado en una espiral de gran volatilidad. Si bien en diciembre ha ido cayendo hasta perder todo lo ganado, hoy repunta con contundencia. Todo este baile se produce al ritmo de una sola canción: el final del último gasoducto que une Rusia con Europa. Si bien las principales arterias que unirán el gas ruso con los mercados europeos han ido cortándose desde la guerra de Ucrania (como en Nord Stream), todavía hay un gasoducto que envía energía de Moscú a la UE, el Soyouz. Esta infraestructura, que pasa por territorio ucraniano, se paralizará por completo el 1 de enero al finalizar el contrato actual. Todos dan por hecho que no se llegará un consenso para una extensión, algo que sí pudo lograrse al comienzo de la guerra. En esta carrera contrarreloj crece la esperanza de que, si bien este contrato vencerá por completo, se firmará un nuevo compromiso que permita una solución alternativa.
A medida que ha ido creciendo una nueva fórmula, el precio del gas cotizado en Holanda, la referencia de toda Europa ha marcado caídas del 13% en diciembre para cotizar en los 41 euros el miércoles. Este movimiento se ha producido en un contexto de máxima tensión para la materia prima en la región. Pues la ‘calma oscura’ ha parado los aerogeneradores del continente y obligado a grandes países de la región como Alemania, Bélgica, Polonia o Reino Unido a importar masivamente GNL, algo que ha disparado la demanda y elevado los precios de la electricidad del continente.
Esta tendencia se ha dado la vuelta este jueves por la tarde, cuando los precios se han disparado un 4,76% hasta rozar los 43 euros. Esto ha ocurrido después de un cruce de declaraciones entre Zelensky y Putin. Este último explicó que “no habrá contrato, eso está claro ahora. La cuestión ahora es qué hacer con el gasoducto, pero ese no es ya nuestro problema”. El líder ucraniano afirmó que se negará a que un solo metro cúbico de gas ruso cruce a través de Ucrania a partir de enero de 2025. Pero dejó la puerta abierta a la única esperanza que estaba viva hasta el momento. “La única solución alternativa es que el gas de otro país cruce por el gasoducto”. Sin embargo, advirtió que sería muy complicado porque “no aceptaremos que sea otro país que compre a Rusia y luego nos dé su propio gas, sería lo mismo que estar pagando a Putin”.
Eslovaquia está siendo un factor clave para explicar este mayor optimismo. Concretamente, el país de Centroeuropa, uno de los más expuestos al suministro desde Moscú, está liderando la opción alternativa: dejar que expire el acuerdo actual y rubricar otro en el que se utilice el gasoducto para traer gas… que no sea ruso. El primer ministro del país, Robert Fico, debatirá este mismo jueves con la presidenta de la Comisión Europea este plan. “Necesitamos soluciones técnicas alternativas y elegantes. La solución clara es que Ucrania no transporte gas ruso, sino que deje pasar el de otro país”.
Queda ya muy poco tiempo para evitar un corte que en noviembre parecía una realidad. En aquel entonces, si bien algunos países del este pedían una revisión del compromiso, la realidad es que los dos actores principales, Rusia y Ucrania, no estaban dispuestos a sentarse a la mesa. Algo que ha cambiado en las últimas semanas. Este mismo lunes, el primer ministro de Ucrania, Denys Shmyhal, anunció que estaba dispuesto a diseñar un nuevo acuerdo que permita el tránsito de gas a través de Soyouz, pero descartó extender el acuerdo existente con Rusia.
“Si la Comisión Europea se pone en contacto oficialmente con Ucrania para solicitar el tránsito de cualquier gas que no sea el ruso, naturalmente lo discutiremos y estaremos dispuestos a llegar a un acuerdo adecuado”, afirmaba Shmyhal. “Subrayé que el acuerdo de Ucrania con Rusia sobre el tránsito de gas finaliza el 1 de enero de 2025 y no será prorrogado”. El alto cargo explicó que es necesario para todo el continente evitar cualquier gas ruso para “garantizar un suministro fiable de gas y que no sea utilizado como arma”. Desde el punto de vista ruso la posición es clara, el mismo Vladimir Putin dijo en septiembre y mantuvo en noviembre en diversas ruedas de prensa que ellos están preparados para mantener el suministro o llegar a un acuerdo para que no se corten los envíos.
En la propuesta de estos países destaca, además de Eslovaquia, Hungría. Esta se basa en que sea el gas de Azerbaiyán el que fluya a través de estos gasoductos. Esto requeriría un acuerdo a cuatro bandas entre el país azerí, Ucrania, la UE y Rusia por el que los tres saldrían ganando. Moscú seguiría ganando dinero gracias al derecho de tránsito a través de su infraestructura, Ucrania también mantendría esta fórmula de financiación que le da 800 millones de euros cada año y el país del Cáucaso encontraría una nueva vía para incrementar su capacidad de enviar gas a Europa. Por su parte, los países más expuestos desactivaron una gran amenaza energética.
Un acuerdo crítico
Para Eslovaquia la energía que viene de Moscú es totalmente clave. El 85% del gas procede de este país. De hecho, desde Fitch consideran que la dependencia ya le condena a “problemas energéticos estructurales“. Pues incluso con un acuerdo con otros países esperan que los precios energéticos en su mercado sean más altos. Para Hungría el gas ruso supone cerca del 80% de sus importaciones de esta materia prima.
Con Azerbaiyán se podría solucionar parcialmente el problema. A pesar de que tiene solo 0,5% de las reservas de gas a nivel mundial, es el productor número 25 del mundo. Con estas cifras ya es el responsable del 7% de todo el gas que llega a través de gasoductos a Europa (a través de Turquía). La estrategia del país parece clara y pasa por recibir importantes exportaciones de gas ruso y utilizar el suyo para venderlo al extranjero, algo que le ha llevado a acusaciones incluso de reexportar la energía del país sancionado. Azerbaiyán importó 141,6 millones de metros cúbicos de gas de su vecino del norte este 2024.
Desde finales de octubre ya parecía haber un acuerdo en ese sentido pero quedó frustrado. En aquel entonces se hablaba de que Socar, la empresa estatal azerí, suministraría gas por la red de Sudzha en la frontera entre los dos países beligerantes. A partir de ahí serían la húngara MVM y Slovensky Plynarensky las que se harían cargo de transportarla hasta Europa.
Ahora de momento, parece Bruselas el último gran escollo pues cualquier decisión tiene que contar con su visto bueno y todo parece en el aire. Esta misma semana un grupo de empresas lideradas por la Eslovaca SPP remitieron una carta en la que pedían luz verde para un acuerdo. “Presentaremos la declaración a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, para que tenga información de primera mano sobre la amenaza a la seguridad energética y económica en nuestra región”, dijo el presidente del directorio y director ejecutivo de la firma Vojtech Ferencz.
Bruselas no ha tardado en responder este mismo martes a través de un correo electrónico que publicaron las propias empresas en las que alegaba que “la Comisión no tiene ningún interés en que continúe el tránsito de gas ruso a través de Ucrania”, afirmó por correo electrónico. “La UE está preparada para el fin del tránsito y existen alternativas”.
Sin embargo, la alternativa podría estar sobre la mesa ya mismo y los mercados están cada vez más convencidos de que la opción es real. La viceprimera ministra y ministra de Economía eslovaca, Denisa Sakova confirmó que están intentando encontrarlas. Por su parte, se han reunido representantes de SPP con el presidente de Gazprom, Alexey Miller, para encontrar una solución para mantener de alguna manera los 15.000 millones de metros cúbicos al año. Ambas firmas publicaron una carta conjunta defendiendo que “si no continúa, el suministro costaría a Eslovaquia 220 millones de euros solo para comprar de otra fuente” y que para Ucrania y la región de Europa del este, con el tiempo “llevaría a daños económicos graves e irreversibles”. Desde Bruselas han afirmado, todo lo contrario, que el final del flujo tendría un impacto “insignificante” en estos mercados.
S&P Global explicó hace unos meses que habían hablado con SPP sobre el posible acuerdo que veían como “factible” la propia agencia cree que desde 31 de octubre ya hay “informaciones que apuntan a un suministro de entre 12.000 y 14.000 millones de metros cúbicos al año de gas de Azerbaiyán por este gasoducto”. Queda por ver si las esperanzas del mercado se cumplen y hay un acuerdo que permita seguir utilizando el gasoducto. Sin embargo, en lo que todos coinciden es en una cosa: los envíos de gas ruso por esta vía tocarán a su fin este mismo enero y ya solo quedarán los buques cargados de GNL para reducir al mínimo la dependencia del continente.