Fuente: El Economista
Con el cambio de horario de invierno, España pone fin al verano que ha estado presente desde marzo. Una medida que se aplica hace varios años en el último domingo de octubre y que tiene como objetivo ajustar la jornada laboral a las horas de luz diarias, para que los ciudadanos puedan aprovechar al máximo la luz natural y, aparentemente como medida de “ahorro energético”. Sin embargo, con todos los estragos que trae consigo el cambio de hora salen a la luz los pros y los contras de retrasar los relojes una hora.
En España, al igual que en otros países europeos, se llevan a cabo dos cambios de hora a lo largo del año: uno en invierno y otro en verano. Por tanto, tras la finalización de la época estival, habrá que cambiar los relojes una hora, atrasando las agujas con el objetivo de aprovechar la luz solar.
Estos dos cambios horarios vienen reflejados en la Directiva 2000/84/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 19 de enero de 2001, donde se establece que el período de la hora de verano terminará en todos los Estados miembros a la 1 de la madrugada, hora universal, del último domingo de octubre. Es decir, en la madrugada del sábado 28 al domingo 29 de octubre de 2023, habrá que retrasar los relojes una hora: a las 03.00 serán las 02.00 horas.
Todos los años, tanto en marzo como octubre, se abre un debate sobre el cambio horario, ya que hay personas que no lo ven necesario en nuestro país, sobre todo, haciendo alusión al horario de invierno, en el que anoche demasiado pronto.
La hora se cambia dos veces al año con el objetivo de ajustar las horas de luz solar a la jornada laboral general para, de este modo, ahorrar energía y gastar menos luz en el ámbito público. Sin embargo, en los últimos años, más países europeos se han unido al cambio horario, pero no por el ahorro energético, sino por la necesidad de sincronizar los horarios con países vecinos, tal y como se comenta en un artículo publicado en el Anuario del Observatorio Astronómico de Madrid para el año 2013 (IGN).
En este contexto, según estimaciones oficiales del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el potencial de ahorro en iluminación podría alcanzar en torno a 300 millones de euros, el equivalente al 5% del total. De esa cantidad, 90 millones corresponde al potencial de los hogares españoles, lo que supone un ahorro de 6 euros por hogar y 210 millones restantes se ahorrarían en los edificios del terciario y en la industria.
Datos obsoletos
Sin embargo, fuentes del IDAE han informado a Europa Press que realmente no existen en España informes actualizados que permitan asegurar que el cambio de hora lleve asociados “ahorros energéticos”, ya que el último estudio es de 2015.
Por ello, exponen que en ningún caso se ha analizado el impacto en un contexto como este. Si bien, los estudios de cambio horario requieren de un análisis prolongado en el tiempo para evaluar situaciones estacionarias. En todo caso, observan que las nuevas exigencias de eficiencia energética en iluminación, en los sistemas de climatización y en los propios edificios, así como la progresiva introducción del autoconsumo, alteran significativamente los análisis que originalmente se utilizaban para calcular estos datos.
Otra época de medición
En esa línea, estas fuentes recuerdan que el cambio de hora se aprobó en una época distinta a la actual con hábitos de vida que podrían afectar en mayor medida al consumo energético. Además, apunta que ahora habría que tener en cuenta otra realidad que es el hecho de que las jornadas de trabajo han cambiado y el teletrabajo se ha ido extendiendo, lo que hace que las rutinas de los ciudadanos ya no coincidan tanto como antes en el mismo espacio-tiempo.
Si bien el IDAE indica que no ha realizado estudios, avances o trabajos en este ámbito en los últimos años, expone que el informe más actual lo elaboró la Comisión de Industria, Investigación y Energía del Parlamento Europeo en 2018.
Efecto contrario
Ese trabajo señala que los cambios estacionales de hora pueden producir ahorros pero son marginales y, por tanto, no hay certeza de que los beneficios que obtengan en todos los estados miembro. Asimismo, añade que aunque pueden producirse ahorros de energía en iluminación, no es tan evidente que ocurra lo mismo con la calefacción, que podría incluso aumentar su consumo.