Fuente: El Economista
La industria europea está en problemas y, sus empresas, se encuentran atrapadas ante una situación complicada. Con Alemania ya reconociendo públicamente que camina hacia la recesión este año, los últimos PMI han mostrado claramente que los altos tipos de interés, una caída del consumo y la menor demanda externa están llevándolos al territorio de la contracción. Este es solo el último capítulo de una sucesión de problemas que han convertido los últimos cuatro años en un camino plagado de peligros. Ahora, exhaustas por todo este periodo de desafíos, las empresas del viejo continente están empezando a bajarse del tren de la transición energética y asumir que, dado el contexto, los objetivos que se habían impuesto son demasiado duros.
Un ejemplo de esta cascada de ‘recortes’ de planes climáticos ha sido Thyssenkrupp que esta misma semana anunció que revisará sus planes de ‘acero verde’. Es decir, cambiar sus procesos industriales para suministrarse con hidrógeno y descarbonizar los métodos de producción más contaminantes. Tras conocerse la noticia las acciones cayeron un 4% al reparar en que las empresas alemanas tendrán problemas para asumir los objetivos de emisiones mientras compiten en un entorno cada vez más sombrío. El comunicado de la compañía vino después de un artículo de Handelsblatt, que citaba documentos internos en los que se decía que el grupo estaba estudiando detener un proyecto de reducción directa basado en hidrógeno de 3.000 millones de euros que forma el núcleo de su estrategia de descarbonización.
BP ha sido de los últimos en sumarse. Según Reuters habría abandonado sus planes de ir reduciendo paulatinamente sus objetivos de ir reduciendo su presencia en el petróleo para 2030 mientras el director ejecutivo Murray Auchincloss reduce la estrategia de transición energética de la empresa para recuperar la confianza de los inversores. Se trata de un movimiento histórico pues el plan de BP de enfocarse fuera del petróleo y el gas para cumplir sus objetivos climáticos y convertirse en una energética transformada era una de los planes más ambiciosos por parte de las firmas europeas.
No es la única energética que ha tomado este camino, ya este año Shell anunció que abandonaba por completo los objetivos de emisiones para 2035 y ha reducido al 15% la reducción de emisiones para 2030 frente al 20% que tenía el año pasado. Dentro de la estrategia de Shell, el director ejecutivo, Wael Sawan, escribe que este cambio reflejaba “un giro estratégico” para centrarse menos en la venta de electricidad, incluida la energía renovable, que ahora pasa a un segundo plano. Algunas, sin grandes anuncios, simplemente están renunciando a cumplir los objetivos como Unilever. El año pasado gigantes como Volkswagen abandonaron sus objetivos sin renovarlos todavía, mientras gigantes como H&M o Nike aún no han elaborado sus objetivos.
Un fenómeno que se extiende
Más allá de casos aislados SBTi (Science-Based Targets) eliminó los compromisos climáticos de 200 empresas que no han decidido adherirse a un estándar para confirmar si van cumpliendo sus objetivos de cero emisiones. En su último informe reaccionan con preocupación a que esto, más allá de pequeñas firmas se está extendiendo por grandes marcas. Diageo, Vestas Wind Systems, Innocent Drinks, Unilever y Procter & Gamble se encuentran entre las firmas que señala su último informe. La firma explica este apagón verde alegando a un problema de confusión en el entorno actual. “Tal vez la naturaleza voluntaria de tener un compromiso y el requisito de establecer objetivos dentro de plazos estrictos alimentaron la confusión” y especifica que muchos han “perdido la pista de sus problemas alegando cambios en su personal o porque no habían entendido completamente sus compromisos”.
La realidad es que, pese a que estas fueron las respuestas más comunes que recibió la agencia, la explicación va más allá de la necesidad de no perder competitividad en un entorno cada vez más complicado y una larga travesía por el desierto. Primero el covid que paró al mundo y cambió su realidad por completo, luego la crisis de suministros que destrozó sus perspectivas al mismo tiempo que la cadena logística mundial, la guerra de Ucrania, que alteró las materias primas y los precios de la energía, dañando la rentabilidad. En última instancia, los altos tipos de interés y una economía dañada por los mismos (sumado al conflicto de Oriente Medio) se han ido apilando y provocando que la senda hacia el ‘net-zero’ sea menos prioritaria para muchas firmas que se encuentran ahora un contexto más desafiante.
El último índice PMI de la eurozona mostró una caída desde los 51 puntos a los 48.9 puntos, volviendo a la zona de contracción (por debajo de 50 puntos). No solo se trata del mayor retroceso en 15 meses, sino una alerta de que la economía de la región ha pasado a una etapa más complicada. Los datos del sector manufacturero son incluso menos halagüeños, quedándose en los 44,8 puntos liderado por el desplome de la industria alemana y francesa, que son las que más están sufriendo entre las grandes economías del continente. Esto último tiene especial importancia dado que el sector energético y el industrial son el primero y el tercero más contaminante y ambos están siendo algunos de los que más están renunciando a sus objetivos.
Daniel García Lázaro, socio fundador de Ecoterrae, una consultora que se dedica a asesorar a las empresas sobre objetivos climáticos, comenta en declaraciones a elEconomista.es que están notando en su actividad que “las firmas están posponiendo los objetivos de emisiones netas”. El experto señala “la velocidad de implementación se ha desacelerado por la incertidumbre económica” y “aunque se trata de un pilar estratégico como muchas”, los procesos se están complicando dada la “menor rentabilidad a corto plazo”. García Lázaro explican que, en un contexto económico más debilitado “muchas veces el cliente final valora menos cosas como la descarbonización, lo que hace que muchas firmas sean menos ambiciosas”.
Bruno Esgalhado, socio de McKinsey & Company y líder de Sostenibilidad en España y Portugal también confirma esta visión en declaraciones a elEconomista.es. “Es cierto que el actual contexto macroeconómico sumado a las tensiones geopolíticas está suponiendo un importante desafío a los compromisos de sostenibilidad de las empresas, siendo una tendencia que observamos a nivel global. El aumento de los tipos de interés, la presión sobre la cadena de suministros, la volatilidad de la energía y el encarecimiento de los insumos están marcando las agendas de las empresas”.
De este modo, Esgalhado comenta que “las implicaciones financieras de los compromisos de sostenibilidad ahora se han acentuado”, algo que ha dificultado estas iniciativas, “Así pues, para algunos líderes empresariales las presiones actuales están creando una tensión entre los resultados financieros a corto plazo y los compromisos hacia un mundo neto cero. Vemos que, mientras algunas empresas responden manteniéndose firmes en su convicción de proseguir con sus iniciativas de sostenibilidad, otras se cuestionan si ahora es el momento adecuado”.
En cualquier caso, desde Mckinsey creen que a largo plazo “las tendencias siguen siendo tan ciertas, pertinentes y urgentes como antes“. De hecho, “nuestros estudios y nuestra experiencia sugirieren que los líderes deben mantener esa apuesta encaminadas a la creación de valor en la transición a cero, a pesar de los vientos en contra”. Para la consultora ahora es el momento de reposicionarse para un futuro en el que ganarán quienes hayan tomado estas medidas.
La tecnología no acompaña
Desde Ecoterrae explican que si bien apenas están notando cambios en el sector servicios “el sector industrial es donde más problemas está habiendo“. En ese sentido, más allá de la economía hay un factor fundamental como es la tecnología. Muchas de estas compañías habría abarcado grandes objetivos apostando por un soporte de avances en materia energética que les ayude pero “parece que no hay un acompañamiento tecnológico para lograr los objetivos.
García Lázaro señala específicamente tecnologías como el hidrógeno verde (entre otros desarrollos renovables), que muchas industrias esperaban que ya estuviera mucho más extendido de lo que está ahora. En definitiva, al no haber aterrizado en todo su potencial, las grandes fábricas estarían encontrando más problemas para alcanzar los objetivos. Esto mezclado por la presión por competir en un mundo donde la demanda interna y externa está debilitada, lleva a las compañías a no cumplir de forma tan generalizada los criterios ecológicos que se habían comenzado a imponerse al final de la década pasada.
Coinciden plenamente desde Mckinsey pues señalan que “llevar a la práctica los ambiciosos objetivos climáticos fijados por gobiernos y empresas depende de que se acelere el despliegue y la adopción de varias tecnologías interrelacionadas”. Entre estas señalan las fuentes de energía renovables (FER), tecnologías de electrificación como los vehículos eléctricos (VE) y las bombas de calor, así como tecnologías comparativamente menos maduras, como la captura, utilización y almacenamiento de carbono (CCUS), el hidrógeno verde y azul y los combustibles sostenibles.
En ese sentido “aunque se han logrado avances significativos en el desarrollo y despliegue de algunas de estas tecnologías, especialmente la solar y la eólica, cuya capacidad instalada ha aumentado considerablemente en los últimos 15 años, el despliegue a escala de todas estas tecnologías todavía no se está produciendo con la rapidez necesaria para alcanzar los objetivos de 2030” sentencia Esgalhado. El experto pone el ejemplo del hidrógeno verde, pues “observamos que los productores de electrolizadores no lograran escalar su capacidad de producción como esperaban, no obteniendo en consecuencia la reducción esperada en el coste unitario de los sistemas. Esto afecta a la competitividad de los precios, rebajando a su vez las expectativas y las inversiones (en algunas áreas, además del hidrógeno, retrasando la inversión entre 3 y 5 años)”.
Este es precisamente el motivo por el que, desde la misma UE están advirtiendo de que son los grandes países industriales del viejo continente los que más están incumpliendo los objetivos climáticos. En su último informe, publicado en verano, el último informe de Transport & Environment (T&E) 12 países de la UE están a punto de incumplir ya sus objetivos en el Reglamento de Reparto del Esfuerzo (ESR) y otros siete están en severo riesgo. Este plan les exige que reduzcan un 40% sus emisiones para 2030 (en comparación con 2005).
Entre los que están más lejos de cumplir destacan Alemania, Francia e Italia. En los tres casos se estarían imponiendo a grandes sanciones por parte de la UE, solo entre Alemania e Italia superarían los 30.000 millones de euros. “Los países se enfrentan a una elección clara: pagar miles de millones de dólares a sus vecinos por su deuda de carbono o implementar nuevas políticas que mejoren la vida de sus propios ciudadanos, como el aislamiento de las casas”.