Fuente: El Periódico de la Energía
En un momento en que el mundo enfrenta una creciente crisis climática, la revisión de las políticas energéticas adoptadas por diferentes países se vuelve más crítica que nunca. Alemania, una de las economías más influyentes de Europa, ha sido ampliamente reconocida por su transición hacia las energías renovables, liderando iniciativas que buscan reducir la dependencia de los combustibles fósiles.
Sin embargo, según un estudio comparativo sobre las políticas energéticas alemanas de las últimas dos décadas, realizado por el investigador Jan Emblemsvag de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU), se estima que el país podría haber disminuido sus emisiones en un 73% adicional si hubiera adoptado una estrategia más agresiva en el desarrollo y mantenimiento de plantas nucleares.
Matriz energética
La política energética de Alemania, conocida como Energiewende, ha sido emblemática por su ambiciosa meta de transformar el sector energético, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero y aumentando el uso de energías renovables. Desde principios de los años 2000, el país ha invertido fuertemente en energías solar y eólica, cerrando progresivamente sus plantas nucleares, especialmente después del desastre de Fukushima en 2011. Esta decisión marcó un punto de inflexión, acelerando el cierre de instalaciones nucleares en favor de un incremento en el uso de energías renovables.
No obstante, el camino hacia una matriz energética más verde ha sido más complicado de lo previsto. La naturaleza intermitente de las energías solar y eólica ha obligado a Alemania a mantener una significativa dependencia de las centrales eléctricas de carbón y gas natural para asegurar un suministro constante de electricidad. Este enfoque ha generado críticas, ya que, a pesar de los grandes avances en energía renovable, Alemania sigue siendo uno de los mayores emisores de CO2 de Europa.
Reducción de emisiones
Según el análisis, la política actual ha requerido un gasto total estimado en 696.000 millones de euros, incluyendo 387.000 millones de euros en gastos nominales y 310.000 millones de euros en subsidios. Pese a esta inversión masiva, las emisiones de gases de efecto invernadero solo se han reducido en un 25%.
Si Alemania hubiera mantenido su capacidad nuclear, o incluso la hubiera ampliado, las emisiones de dióxido de carbono del país podrían haber sido hasta un 73% más bajas. Esta reducción se habría logrado debido a la capacidad de la energía nuclear de proporcionar grandes cantidades de electricidad de manera continua, sin las emisiones asociadas a los combustibles fósiles.
La energía nuclear, aunque controvertida, es reconocida por ser una fuente de energía de bajo carbono. Las plantas nucleares, una vez construidas, pueden operar durante décadas con un impacto relativamente bajo en el medio ambiente, en términos de emisiones de gases de efecto invernadero. Si bien la seguridad y la gestión de residuos radiactivos son preocupaciones legítimas, las mejoras tecnológicas y la experiencia acumulada han reducido significativamente los riesgos asociados a la operación de plantas nucleares.
Consecuencias
La decisión de Alemania de eliminar la energía nuclear, impulsada por el temor público y las preocupaciones de seguridad tras el accidente de Fukushima, llevó a un aumento en la quema de carbón para la producción de electricidad. Este hecho contrastó fuertemente con los objetivos declarados del país de reducir sus emisiones de carbono. La dependencia del carbón, uno de los combustibles fósiles más contaminantes, ha retrasado considerablemente los esfuerzos de Alemania para cumplir con sus compromisos climáticos.
Además, la transición hacia una economía basada predominantemente en energías renovables ha sido costosa. Los subsidios a la energía solar y eólica han sido significativos, y aunque han fomentado un rápido desarrollo de estas tecnologías, también han aumentado los costos de la electricidad para los consumidores y las industrias. Este aumento en los precios ha generado debate sobre la equidad y sostenibilidad económica del Energiewende.
Por otro lado, los críticos argumentan que si Alemania hubiera mantenido sus plantas nucleares en operación, habría sido posible reducir la dependencia del carbón sin aumentar drásticamente los costos energéticos ni las emisiones de carbono. La energía nuclear, en este escenario alternativo, habría proporcionado una base estable de generación de energía, complementando la intermitente producción de las energías renovables.
Futuro
El análisis también sugiere que la reactivación o el mantenimiento de la energía nuclear podría haber mejorado la posición de Alemania en la lucha contra el cambio climático, permitiendo una reducción más significativa de las emisiones sin comprometer la seguridad energética. A medida que el país avanza hacia el cierre de sus últimas plantas nucleares, surge la pregunta de si esta estrategia ha sido la más efectiva en términos de mitigación del cambio climático.
Alemania, que ha sido un modelo a seguir para muchos países en la promoción de energías renovables, ahora enfrenta el desafío de cumplir con sus objetivos de reducción de emisiones sin la ayuda de la energía nuclear. Con los efectos del cambio climático cada vez más evidentes, la presión sobre Alemania para que reconsidere su enfoque es más intensa. Sin embargo, la fuerte oposición política y social a la energía nuclear, junto con la inversión masiva ya realizada en renovables, hacen que un cambio de rumbo sea improbable en el corto plazo.